domingo, 19 de febrero de 2017

La masonería en las revoluciones francesa e hispanoamericana

           Algunos conspiranoicos insisten en que la revolución francesa fue un plan preconcebido y orquestado por la masonería, y que sin ella, no se hubiese derramado tanta sangre. No cabe negarlo: algunas importantes figuras de la revolución francesa, eran masones. El revolucionario que dirigió la turba hacia la Bastilla en 1789, Camille Desmoulins, era un masón. El que asumió el liderazgo de aquellos primeros movimientos revolucionarios, el marqués de Lafayette, había sido iniciado en la logia Nueve Hermanas, de la masonería francesa.
            Y, a medida que la revolución se hacía más sangrienta, fueron cobrando protagonismo aún otros personajes que también eran masones. Jean Paul Marat, el periodista que desde su apartamento (no salía a la calle porque sufría una enfermedad en la piel) escribía editoriales incendiarios que alentaban a la salvaje persecución de la disidencia, era masón. Un aristócrata convertido en revolucionario, el duque Luis Felipe de Orleans, condujo decididamente a la opinión pública a favor de la ejecución de su propio primo, el rey Luis XVI; Luis Felipe era también masón (aunque luego renunció a la masonería).

            Desde 1793, empezó aquello que vino a llamarse el reinado de terror, con ejecuciones diarias de supuestos contrarrevolucionarios en Francia. Estas ejecuciones se hacían con la guillotina, una nueva máquina que supuestamente aliviaría el dolor de los ejecutados. El inventor de la guillotina era Joseph Ignace Guillotin, también masón. Incluso la canción revolucionaria por antonomasia, La marsellesa (que se convertiría en el himno nacional francés hasta nuestros días), fue compuesta por un masón, Rouget de Lisle.
            Pero, los conspiranoicos se equivocan en decir que la revolución francesa fue un complot masónico. Alegar que aquellos eventos ocurrieron sólo porque un pequeño grupo de conspiradores los alentó, es trivializar el profundo clima de insatisfacción social que se vivía en la Francia del siglo XVIII. La revolución francesa tuvo excesos, y corrió mucha sangre innecesariamente. Pero, fue un auténtico movimiento popular, producto de siglos de opresión; de ningún modo se necesitaba la incitación de una sociedad secreta que, además, si bien fue simpatizante de las ideas ilustradas, fue bastante defensora del status quo, y trató lo más que pudo de mantenerse al margen de la política.
            Sí, algunos de los líderes de la revolución francesa fueron masones. ¿Y? Eso de ningún modo implica que la masonería tuvo un macabro plan para sembrar el caos en Francia. Algunos pedófilos son curas católicos. ¿Implica eso que la Iglesia tiene un plan preconcebido para pervertir sexualmente a la humanidad? Por supuesto que no. Del mismo modo, el hecho de que algunos revolucionarios sedientos de sangre fueran masones no implica que la masonería era la encargada de promover el terror. Robespierre, la figura más asociada con los abusos de la revolución francesa, no era masón.
            Además, en la masonería había mucha gente contrarrevolucionaria. Uno de los más furibundos opositores intelectuales a la revolución francesa, el reaccionario Joseph de Maistre, era masón (por lo demás, resulta extraño que Maistre, un tipo más papista que el Papa, se hiciera masón, teniendo en cuenta que ya desde 1738, Clemente XII había prohibido a los católicos pertenecer a logias).
La masonería tuvo representación en los verdugos durante el reinado del terror, pero también tuvo representación en las víctimas.  Si bien la masonería defendía principios democráticos en el interior de sus logias, era básicamente una asociación de aristócratas. Aquellos aristócratas que querían unirse a la revolución, renunciaron a la masonería, precisamente porque había una asociación entre aristocracia y masonería; Luis Felipe (el mismo que incitó la ejecución de Luis XVI) fue uno de ellos. Cuesta mucho creer que los masones planificaron con mucha anticipación la revolución francesa, si este movimiento desembocó en la muerte de muchos masones aristócratas. La masonería tenía mucho que perder.
Con Napoleón, los conspiranoicos siguieron insistiendo en que la masonería movía los hilos del poder en Francia. Napoleón no fue masón, pero sí lo fueron algunos de sus más cercanos colaboradores: sus hermanos José, Luis, Luciano y Jerónimo (todos ellos fungieron como reyes impuestos por Napoleón en varios países europeos), así como su cuñado Murat (uno de sus más fieles mariscales). De nuevo, los conspiranoicos ven algunos puntos, y se apresuran a conectarlos. La mera circunstancia de que en el bonapartismo hubiera masones no es evidencia de que la masonería controlaba a Napoleón. Es como acusar al vegetarianismo de estar tras el III Reich, por el mero hecho de que Hitler era vegetariano. La mayor némesis de Napoleón, el duque de Wellington, fue masón. Pero, en su empeño de pintar un mundo blanco y negro, de masones vs. antimasones, los conspiranoicos prefieren colocar a Wellington debajo de la alfombra.
También se atribuye a la masonería estar tras el colapso del imperio español en América, que en buena medida empezó con la invasión napoleónica a España. De nuevo, los conspiranoicos exageran. Sí, es cierto, hubo una logia masónica, la Lautaro, que se fundó en Cádiz en 1812, se trasladó a América, y a ella pertenecieron varios promotores de la independencia hispanoamericana, tales como Miranda, O’Higgins, San Martín, Sucre y Bolívar. ¿Es eso evidencia de un complot masónico? De nuevo, no. Hubo realistas masones, como por ejemplo, el general Morillo, que combatió contra Bolívar duramente en Venezuela. Si, como dicen los conspiranoicos, un masón antepone la fidelidad a la masonería por encima de cualquier otra cosa, entonces Bolívar nunca hubiese traicionado a Miranda, pero con todo, Bolívar sí terminó entregando a Miranda a los españoles. Y además, cuando Bolívar se convirtió en dictador de Colombia en 1828, una de sus primeras órdenes fue suprimir las sociedades secretas. ¿Haría tal cosa una persona cuya principal motivación es defender a la masonería?
Pero, en todo caso, aun suponiendo que el colapso del imperio español sí fue obra de la masonería, ¿dónde está lo objetable? ¿Acaso no es elogiable oponerse al imperialismo? Los nacionalistas españoles de inspiración franquista, en su obsesión contra la masonería, la acusan de haber sembrado la cizaña en América para separarse de la Madre Patria. Pero eso es trivializar las terribles condiciones de opresión que existían en el imperio español. No fue necesaria la intervención de la masonería para que los americanos, hastiados del absolutismo y el colonialismo mercantilista, se rebelaran contra la monarquía. Como en la revolución francesa, cabe admitir que hubo atrocidades, y corrió más sangre de lo necesario. Pero, reducir la independencia americana a un simple complot masón, es ignorar tres siglos de abusos coloniales.
Sí, las banderas nacionales de Cuba y Puerto Rico incorporan símbolos masones, porque quien las diseñó, Narciso López, era masón. A diferencia de lo que se dice sobre el sello de EE.UU. en el billete de dólar, para esto sí hay más pruebas. ¿Y qué? ¿El hecho de que la bandera cubana tenga un diseño masón implica que Cuba nunca debió independizarse? ¿Acaso que Narciso López formase parte de la masonería esconde el hecho de que en Cuba había esclavitud y el imperio español llevó a cabo una atroz campaña militar de represión en la isla, a cargo del general Valeriano Weyler? ¿No merecían los cubanos la independencia ante semejantes atropellos?

En fin, como complemento de sus delirios sobre la revolución francesa, Napoleón, y la debilidad de España, los conspiranoicos siguen sosteniendo que, en el escenario internacional, España es subordinada de Francia, debido a la influencia masónica. Supuestamente, desde Napoleón, los políticos franceses han usado la masonería para controlar a otros países. Este alegato conspiranoico se formula especialmente en relación a África: según una nueva teoría conspiranoica, Francia renunció a sus colonias en el llamado continente negro, pero se aseguró de que los nuevos jefes de Estado se iniciaran en la masonería, y así, pudieran ser controlados por el lobby masónico francés que silenciosamente exporta su republicanismo laicista.

Ciertamente podemos acusar a Francia de tener prácticas neocoloniales en África. Pero, ¿dónde está lo objetable en el republicanismo y el laicismo? Y, más aún, ¿qué evidencia hay para alegar que los líderes africanos son títeres de la masonería francesa? Ninguna. La conspiranoia de Augustin Barruel, y sus alegatos sobre la continuidad de los templarios en la masonería, es hoy a todas luces risible. Pero, lamentablemente, hoy persisten comentaristas que, con un barniz de seriedad, formulan nuevas versiones de sus teorías conspiranoicas. Como las del jesuita conspiranoico del siglo XVIII, estas teorías no tienen ningún asidero. Pero, tristemente, mucha gente las sigue creyendo. Urge cultivar el pensamiento crítico para refutarlas.

2 comentarios:

  1. Joseph de Maistre renunció a la masoneria en 1782, antes de la revolución; además reconoció que el esoterismo era una farsa y que los masones no eran herederos de los templarios. Maistre se opusó a las teorías complotistas de Barruel.

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    1. He consultado, y no encuentro por ninguna parte que Maistre renunciara a la masonería antes de la revolución. Encuentro que frecuentó una logia hasta 1790 (no 1782), pero eso no implica que hubiera renunciado a la masonería, o la hubiera condenado. Y, en todo caso, si jugamos al juego de decir que tal o cual figura ya no era masón, entonces tendríamos que decir lo mismo de Luis Felipe de Orleans, quien también renunció a la masonería, y por ende, le quita peso a la hipótesis de que la revolución se trató de un perverso plan masónico.

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