martes, 30 de septiembre de 2014

¿Son los manuscritos de los evangelios íntegros?



          Hay un problema con la confiabilidad de los evangelios. No solamente quienes escribieron estos textos cargaron las tintas con sus intereses de propaganda religiosa. También, algunos de quienes copiaron los manuscritos originales a lo largo de varios siglos, distorsionaron las historias, muchas veces también con intereses propagandistas.
          En un mundo sin fotocopiadoras, los manuscritos tenían que copiarse a mano. Ni siquiera existía aún la imprenta para reproducir varias copias a partir de un molde. Este proceso de copiado a mano debió ser terriblemente tedioso y fatigante. Y, así, es comprensible que algún copista cometiese algún error.

          Sorprendentemente, este proceso de copiado fue relativamente eficiente. No contamos con manuscritos originales de los autores del Nuevo testamento. A lo sumo, contamos con copias, fragmentarias e íntegras, y el fragmento más temprano se remonta al siglo II (se ha alegado que hay un fragmento de mediados del siglo I, pero esto es muy dudoso). Al comparar estos manuscritos, se han encontrado pocas discrepancias entre sí. Algunos apologistas han tomado este dato como prueba de que el Nuevo testamento es un libro confiable. Esto, por supuesto, es una burda falacia. El hecho de que las variantes de manuscritos de un texto tengan un alto nivel de coincidencia, de ninguna manera implica que ese texto narra hechos históricos.
          Pero, en todo caso, si bien hay un alto nivel de concordancia entre los manuscritos, no deja de ser cierto que hay algunas discrepancias. Muchas de estas discrepancias proceden de errores honestos por parte de los copistas. Pero, hay algunos errores que no son tan honestos, sino que más bien, como en el caso del testimonio de Josefo, se tratan de interpolaciones deliberadas en el texto. En el caso de los manuscritos de Josefo, todos tienen el texto que proclama a Jesús como el Mesías. Los estudiosos llegan a la conclusión de que ese texto es una interpolación, no contrastando manuscritos, sino razonando que es muy poco probable que Josefo escribiera eso.
          En cambio, en el caso de los evangelios y otros textos del Nuevo testamento, sí se han comparado manuscritos, y se ha encontrado que, en algunos manuscritos más antiguos, faltan algunos pasajes. Si, además, esos pasajes adicionales tienen contenido que favorece doctrinas cristianas posteriores, entonces eso ha de ser señal inequívoca de que se trata de interpolaciones.
          Hay varias de estas interpolaciones, pero mencionaré las más notorias. Hasta fechas relativamente recientes, en las Biblias, éste era el pasaje de I Juan 5:7: “Pues son tres los que dan testimonio en el cielo, el Padre, la Palabra, y el Espíritu Santo, y estos tres son uno”. En los manuscritos más antiguos, no aparece ese pasaje de esa manera. Pero, cabe sospechar que no se trata de un error inocente. Más bien, algún copista quiso enunciar la doctrina de la Trinidad, y modificó el texto. El texto original es más bien éste, en el cual no hay alusión a la doctrina de la Trinidad: “Pues son tres los que dan testimonio: el Espíritu, el agua y la sangre, y los tres convergen en lo mismo”. Hoy, las ediciones de la Biblia son lo suficientemente honestas como para incorporar el pasaje original, y no la versión interpolada.
          Pero, hay otros pasajes que son interpolaciones, y con todo, siguen siendo incluidos en la mayoría de las Biblias contemporáneas. Uno es la muy famosa historia de Jesús y la adúltera en Juan 7:35-8: 11. Es una historia cautivadora, incluida en muchísimas representaciones cinematográficas y noveladas de la vida de Jesús, pero no aparece en los manuscritos originales del evangelio de Juan. Más confusamente, en algunos manuscritos aparece en el evangelio de Lucas.
          Pero, quizás la interpolación más importante es la de Marcos 16:9-20. Se narran ahí las apariciones de Jesús resucitado. Es muy importante tener en cuenta que esta narrativa no forma parte de los manuscritos originales. Pues, en su versión original, Marcos narra sencillamente que las mujeres que encontraron la tumba vacía salieron despavoridas, y no dijeron nada a nadie. Esto da pie a pensar que, en la tradición más temprana, no había detalles sobre las apariciones, y así, se le resta probabilidad histórica a estos sucesos.         

sábado, 27 de septiembre de 2014

La monja Forcades, el aborto, y el Estado de bienestar



La monja Teresa Forcades es una figura sumamente lamentable (y no es causal que viniese a Venezuela a hacer propaganda a favor de Chávez, otra figura lamentable). Si es monja, adquirió un compromiso con la doctrina de la Iglesia Católica. Si no está dispuesta a seguir esa doctrina, debería sincerarse, y hacer como Lutero, y tantos otros valientes, que sencillamente, colgaron los hábitos. Yo comparto algunas de las opiniones de Forcades, pero precisamente, dejé de ser católico por ello. Pero, en todo caso, Sor Teresa también dice estupideces: que las vacunas causan más daños que beneficios, que  los transgénicos son peligrosos, etc.

            Escuché ayer en la radio a la monja hablar sobre el aborto. Curiosamente, su postura en torno al aborto no es la típica de los defensores (como yo): a saber, que el embrión no puede considerarse propiamente una persona, y que cuando se acaba con su vida, no hay ningún homicidio. Forcades más bien defiende una versión (nada innovadora, en realidad) del argumento de la filósofa Judith Jarvis Thomson: aun si el embrión fuese una persona, su madre no está en la obligación de someterse al suplicio del embarazo. Thomson proponía el célebre ejemplo de un violinista talentosísimo que necesita diálisis, y se obliga a una persona a someterse a transfusiones de sangre por nueve meses para salvar al violinista. La analogía de Thomson pretende ilustrar que, aun si el sacrificio de nueve meses sirve para salvar una vida, hay un derecho más fundamental a la elección que no puede ser violado. Del mismo modo, Forcades dice que, así como el Vaticano no obliga a un padre a ofrecer su riñón a un hijo que lo necesita, tampoco debe obligar a la madre a albergar nueve meses en su vientre a un feto.
            Nunca me ha convencido mucho el argumento de Thomson (y Forcades), porque a diferencia del violinista (o del padre con un riñón para el hijo), la mujer embarazada tomó la decisión de tener relación sexual, y con esto, implícitamente asume las consecuencias de su acto, en vista de lo cual, tiene ahora una responsabilidad. Pero, sí hay algo en el argumento de Thomson (y Forcades) que me atrae: su oposición al utilitarismo, y su defensa de derechos inalienables. Si el donante se somete a las transfusiones, habría gran utilidad en ello, pues se salvaría a un gran violinista; pero Thomson reconoce que hay un derecho más fundamental que, sencillamente, no puede ser violado para generar más utilidad.
            Resulta irónico que la monja Forcades y muchos otros anti-abortistas sean de izquierda. Pues, si utilizamos su argumento, desembocaríamos más bien en posturas propias de la derecha liberal, y no de la izquierda socialista. Pensemos, por ejemplo, en la sanidad pública. Para mantener un hospital público, los ciudadanos deben pagar impuestos. Como la propia palabra lo sugiere, esta contribución es impuesta, no es voluntaria. Al dejar de pagar impuestos, mucha gente morirá porque no tienen hospitales; para salvar a esta gente, el Estado obliga al resto de los ciudadanos a pagar. Opera claramente el principio de utilidad.
Pero, si el ciudadano no tiene obligación de someterse a diálisis para salvar al violinista, el padre no tiene obligación de dar el riñón a su hijo, y la madre no tiene obligación de albergar nueve meses a un feto en su vientre, ¿por qué tengo yo la obligación de entregar mi propiedad (obtenida con mi trabajo) para salvar a otro? Si el vientre es propiedad de la madre, y no tiene obligación de ofrecerlo para salvar a otra persona (y vale destacar que, en el argumento de Thomson y Forcades, el feto sí es persona), ¿por qué tendría yo la obligación de entregar el 10 por ciento de mi sueldo (mi propiedad, lo mismo que el vientre es propiedad de la madre) para salvar a otras personas que hacen uso de la sanidad pública? De la misma forma en que los defensores del aborto rechazan el utilitarismo a favor de un derecho más fundamental (la decisión de la madre a utilizar la propiedad de su vientre como mejor le plazca), los derechistas liberales rechazan el utilitarismo a favor de un derecho más fundamental (la propiedad). Ambas posturas pueden hacer uso de las célebres palabras con las cuales Robert Nozick inicia su obra cumbre Anraquía, Estado y utopía: “los individuos tienen derechos, y hay cosas que ningún grupo o persona puede hacerles (sin violar sus derechos)”. Los cielos se podrán caer, pero la propiedad es la propiedad, y hay que respetarla.
Yo no propongo la postura ultraliberal de eliminar todo tipo de subsidios, acabar con la educación y la sanidad pública, y sencillamente, aceptar una suerte de darwinismo social (que, a fin de cuentas, parecía plantear Nozick). Pero, sí exijo que pensemos más claramente sobre el asunto, y tratemos de encontrar justificaciones más firmes. Pues, los mismos principios que muchos izquierdistas usan para defender el aborto, son también empleados por los derechistas para oponerse al Estado de bienestar.

viernes, 26 de septiembre de 2014

¿Son los evangelios narrativas enteramente confiables sobre la vida de Jesús?


No hay motivos para dudar de que Jesús sea un personaje histórico. Pero, eso no debe conducirnos a la ingenuísima idea de que todo cuanto se narra sobre Jesús en los evangelios canónicos, es histórico.
En primer lugar, es necesario considerar qué tipo de literatura son los evangelios. En el mundo antiguo, casi no existía algo que podamos considerar una crónica objetiva de los hechos. La importancia de la objetividad en el oficio de historiador es una idea bastante tardía, quizás surgida apenas en el siglo XVIII. Antaño, no escandalizaba que una crónica no contase los hechos tal como ocurrieron. Era relativamente común que, quien contase la historia, cargase las tintas para expresar un punto de vista, sea político o religioso.

Y, en este sentido, es claro que los evangelios son textos de propaganda religiosa. Ante todo, se busca ahí defender una idea central: que Jesús de Nazaret es el Mesías, y que su muerte y resurrección fueron parte del plan divino como cumplimiento de las profecías mesiánicas. Las historias se narran, y muchas de ellas seguramente tienen una base real. Pero, en todos los episodios narrados, hay la intención de hacer cumplir profecías, y dar a conocer a Jesús como el Mesías. Para lograr este propósito, los evangelistas se tomaron muchas libertades a la hora de narrar los hechos.
Por varios motivos quie por ahora no tocaré, resulta obvio que ningún evangelio fue escrito por un testigo ocular de los hechos, ni siquiera por gente cercana a los que fueron seguidores de Jesús. Lo más probable es que el primer evangelio, Marcos, fue escrito hacia el año 70. Es posible que, incluso desde antes de que se escribiera Marcos, circulase un documento con dichos de Jesús, la fuente Q. Quizás una década después de que se escribió Marcos, el autor de Mateo recopiló sus propias tradiciones, y al tener tanto a Marcos como a Q al frente, también tomó tradiciones de estos textos, y así compuso Mateo. Algunos años después, el autor de Lucas debió haber hecho lo mismo (aunque, probablemente, el autor de Lucas no tuvo delante de sí al evangelio de Mateo). Respecto al evangelio de Juan, el asunto es más complejo. Los estudiosos debaten si el autor de Juan tuvo o no frente a sí los otros evangelios, pues si bien hay algunas coincidencias, es bastante distinto. Pero, sea como sea, es evidentemente el más tardío de todos. Y, cabe también la hipótesis de que el evangelio de Juan contó con varios autores.
Hay varios datos que sustentan esta reconstrucción. En los tres primeros evangelios, hay mucho material en común. No se trata meramente de que se narran las mismas historias, sino que se emplean casi las mismas palabras. Es harto improbable que los tres evangelios coincidan con las mismas palabras en sus narraciones, si se trataran de relatos independientes. Es mucho más viable pensar que algún evangelista se copió de otro, o en todo caso, de alguna fuente externa.
Una parte sustancial del evangelio de Marcos aparece en Mateo y Lucas. Pero, estos dos evangelios tienen bastante material propio que no aparece en los otros evangelios. Esto parece indicar que Marcos es fuente de Mateo y Lucas, y no viceversa. Hay también material común a Mateo y Lucas que no aparece en Marcos. Los estudiosos infieren que este material debe proceder de la hipotética fuente Q, la cual consta de dichos (y, en tanto sólo parecen ser dichos, y no es una fuente muy elaborada, podría ser la fuente más antigua), pues en efecto, el material común a Mateo y Lucas, pero ausente en Marcos, son dichos.
Esta reconstrucción no es perfecta, pero sigue siendo la más aceptada entre los especialistas. Y, al tenerla en cuenta, nos permite apreciar que los evangelios no pueden ser enteramente confiables. Pues, en primer lugar, no son fuentes autónomas. Unos dependen de otros. Y, a su vez, el más temprano, Marcos, recoge tradiciones orales (aunque, como he dicho, en los otros evangelios hay también tradiciones propias que pueden remontarse a fuentes orales) cuarenta años después de los sucesos que narran (aunque cabe la posibilidad de que Marcos no haya sido la primera fuente escrita sobre Jesús, sino que su autor se basó parcialmente en un previo material escrito que hoy no tenemos).
Este dato es muy significativo. En un mundo en el cual, según los cálculos de especialistas, apenas el 15% de la población sabía leer, y no había periódicos ni nada por el estilo, es poco probable que la tradición oral se mantuviera confiable por cuarenta años. Estudios de antropólogos confirman que la tradición oral es notablemente vulnerable a exageraciones, omisiones y llanas invenciones. Cuando finalmente estas tradiciones empezaron a ponerse por escrito hacia el año 70, han pasado cuatro décadas de distorsión. Ya Pablo había escrito sus cartas, ya había establecido comunidades en rivalidad con las comunidades judeocristianas originales, ya el Templo de Jerusalén estaba destruido, y empezaba la fricción de los cristianos con los judíos. Las tradiciones orales que se recopilaron y se pusieron por escrito fueron, por así decirlo, filtradas a través de la versión paulina del cristianismo. Por ejemplo, quizás Jesús tuvo alguna disputa con los fariseos, pero no debió ser mayor cosa, y así constó en la tradición oral. No obstante, en el momento de escribir los evangelios, los fariseos pasan a ser ahora personajes incómodos (pues son la única secta judía que sobrevive a la guerra), y en la versión escrita de las tradiciones sobre Jesús, las disputas de Jesús con los fariseos son ahora de gran envergadura.
Y, además, a medida que un evangelista toma de otro, va distorsionando aún más. Es un hecho indiscutible que Jesús fue bautizado por Juan, con lo cual habría sido su discípulo, y habría acudido para que le fueran perdonados sus pecados. En la versión de Marcos, la más temprana, se empieza a decorar esta historia para tratar de disimular el hecho de que Jesús aparece como inferior a Juan, y se narra que los cielos se abrieron y la voz divina lo proclama como su hijo (Marcos 1:9-11). En Mateo, el evangelio que cronológicamente sigue a Marcos, se empiezan a exagerar los detalles. Juan aparece como renuente a bautizar a Jesús, e incluso le dice que es Jesús quien debe bautizar (Mateo 3:13-14). En Lucas, Juan desaparece de la escena del bautismo de Jesús (Lucas 3:21-22). En el evangelio de Juan, el más tardío, en el encuentro de Juan y Jesús ya ni siquiera hay bautismo; antes bien, al ver a Jesús, Juan lo declara como el cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Juan 1:29).
Se aprecia, pues, que los evangelistas no se conforman con narrar historias tal como ocurrieron. En este caso, parten de una historia real, pero le empiezan a agregar detalles para hacer que la historia parezca otra cosa. Es una vieja táctica de los propagandistas. Y, por supuesto, con los propagandistas debemos tener mucho cuidado. No son mentirosos en pleno sentido. Dicen más bien medias verdades, e inventan historias sobre algunas bases reales. Joseph Goebbels engañó al pueblo alemán, pero supo hacerlo mezclando sus mentiras con hechos reales. Algo similar hicieron los evangelistas. Y, por eso, no son enteramente confiables.

jueves, 25 de septiembre de 2014

¿Es Jesús un invento literario basado en modelos antiguos?



Además de los dioses mediterráneos que mueren y renacen, se han buscado también a otras figuras con las cuales, supuestamente, Jesús tiene paralelismos. Y, así, bajo diversas teorías, Jesús sería una invención literaria que toma como modelo a otros personajes.
El estudioso G.A. Wells ha adelantado la hipótesis de que, en las cartas de Pablo, Jesús es presentado de la misma forma en que, en algunos textos del Antiguo Testamento, se personifica a la Sabiduría. Efectivamente, en el libro de Proverbios, la Sabiduría narra sus propias experiencias en primera persona, y se presenta como engendrada por Dios (Proverbios 8: 22-31).

Según Wells, cuando Pablo se pronuncia sobre Cristo, lo hace de forma muy parecida. Y, así, Cristo no sería un personaje real, sino una personificación literaria, del mismo modo que, en el libro de Proverbios, la Sabiduría es claramente la personificación de un concepto, pero no propiamente un personaje histórico.
El problema, no obstante, es que en los textos a los cuales Wells acude, su tesis no se sostiene. Por ejemplo, Wells cree que Cristo se perfila como la Sabiduría personificada en Colosenses 1:15-20. Ahí, se presenta a un Cristo bastante exaltado, y podría discutirse si efectivamente es afín a la Sabiduría de Proverbios. Pero, ese pasaje procede de una carta que, muy probablemente, Pablo no compuso, y que podría ser posterior a los evangelios. Y, en las cartas auténticas de Pablo, no hay pasajes claros que nos permitan suponer que Cristo es la personificación de la Sabiduría.
Wells postula que Pablo identifica a Cristo con la Sabiduría en I Corintios 1:23-24 (una carta que sí es auténtica): “nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, locura para los gentiles; mas para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios”. Ciertamente acá Pablo predica de Jesús el ser sabiduría de Dios. Pero, eso está muy lejos de suponer que se trata de la personificación de la Sabiduría, al modo en que sí lo es en Proverbios. En las cartas de Pablo, Jesús es muchas otras cosas, y no se insiste en una identificación con la Sabiduría.
También se han buscado paralelismos con personajes reales de una generación anterior a Jesús. Y, de nuevo, al encontrar paralelismos, se pretende concluir que la figura de Jesús es legendaria, y que fue construida sobre la base de esos modelos. Una de las teorías más populares es que la figura de Jesús en realidad es una construcción sobre la base de la vida de Julio César.
Esta teoría, formulada por Francesco Carotta, establece diversos paralelismos entre ambas figuras. César y Jesús empiezan sus carreras en regiones al norte respecto a los centros de poder, con nombres parecidos: Galia y Galilea. Ambos cruzan un río: el Rubicón y el Jordán. Ambos viajan continuamente hasta llegar a la gran ciudad: Roma y Jerusalén. Ambos tienen un triunfo inicial, pero luego caen estrepitosamente. Ambos tienen una relación especial con una mujer: Cleopatra y María Magdalena. Ambos sufren a manos de un traidor: Bruto y Judas.
De nuevo, esto es paralelomanía. Sí, hay alguna similitud. ¿Y qué? No parecieran ser similitudes relevantes. César tiene una relación especial con Cleopatra, y Jesús aparentemente tiene una relación especial con María Magdalena. Pero ¡es perfectamente natural que un hombre tenga una relación especial con una mujer! Nada de eso implica que una figura sea legendaria, y que su historia tome como modelo a la otra figura. Podríamos hacer muchos otros paralelismos (ambos tenían nariz, ambos eran hombres), pero son demasiado vagos como para afirmar que se trata de un invención literaria. Parece operar acá un sesgo de confirmación: tomar en cuenta sólo los detalles que sustentan una tesis que se cree verdadera, y dejar de lado la enorme cantidad de información que va en contra de la tesis.
Hay aún otra teoría que, aparentemente, está ganando popularidad. Procede de un tal Joseph Atwill. Según esta teoría, el personaje de Jesús fue inventado por la dinastía Flavia de emperadores romanos. Después de la cruenta guerra contra los judíos, postula esta teoría, los romanos tenían el interés de pacificar definitivamente a los judíos. Y, en vista de la efervescencia mesiánica que se vivía en la época (y que en parte motivó la rebelión judía), los romanos buscaron la manera de hacer una gran campaña de propaganda, en la cual se presentase a un mesías judío pacífico que estuviese en buenos términos con los romanos. Fue así como se inventó la figura de Jesús.
Para intentar demostrar su tesis, Atwill acude a paralelismos entre los evangelios y diversos episodios que Flavio Josefo narra en La guerra de los judíos. Por ejemplo, Josefo narra que en el mar de Galilea, el general Tito se enfrentó a rebeldes judíos en embarcaciones. Éstos cayeron al mar, y los romanos decapitaron a aquellos que trataron salvarse. Del mismo modo, se narra en Marcos 1:17 que en el mar de Galilea, Jesús convocó a unos discípulos para ser “pescadores de hombres”. La historia del evangelio, supuestamente, es una parodia del terrible episodio narrado por Josefo. Pues, allí donde las tropas de Tito pescaron a los rebeldes en el mar de Galilea, ahora Jesús invita a sus seguidores a seguir pescando gente. Todo esto habría servido como ironía literaria para que los romanos, al difundir este mito, secretamente humillasen a los judíos derrotados al aceptar como historia piadosa, una versión de los acontecimientos que condujeron a su catástrofe.
De nuevo, hipótesis como las de Atwill reposan sobre comparaciones forzadas y escuetas. Hay, además, graves problemas con las tesis de Atwill. Si, como él postula, los evangelios inventan a Jesús a partir de  la obra de Josefo, ¿cómo explicar las referencias en las cartas paulinas? Si la dinastía Flavia quiso inventar a Jesús como un Mesías pacífico y manso, ¿cómo explicar que, en los propios evangelios aparecen vestigios de un Jesús en ocasiones aguerrido, y no del todo dispuesto a aceptar el dominio romano?